—Ya voy nena, estoy poniendo la alarma.
—Ñhhhhhhhñññññññññhhh
—¡Tendrás morro!
—Que me abracesssss.
Y así acaba cada día. Da igual lo apretujada que haya ido en el metro, el atasco que tú te hayas comido, la gente que nos haya decepcionado hoy, los problemas, así acaba nuestro día.
Esto fue el premio al valor. El valor que nos dimos a nosotros mismos y al otro.
El valor que hoy por hoy hay que tener para amar de corazón y ser amado.
Suena repipi para quien no ama.
El que ame sonreirá.
Lo sé porque a mi antes me sonaba repipi.
Cuando alguna vez te has pensado que te iba a besar y acabo agarrándote la carita para rascarme con tu barba.
Tu te ries y me miras. Y me vuelves a decir lo del morro.
Cuando yo creo que tu me vas a abrazar y vas a coger algo cerca de mi. Me rio.
Todos los días el que sale antes da el beso al que se queda más en la cama.
Cuando uno hace un ruido y la risa de uno contagia al otro en una retroalimentación de carcajadas que acaban por hacer que nos duela la tripa.
Cuando te veo con mi familia.
Con mis padres, mis hermanos, mi abuela o mis sobrinas.
Cuando nos pedimos consejo.
Hasta cuando nos hemos enfadado.
¿Por qué tu?
Porque cuando pasan todas estas cosas y muchas otras nuestras me doy cuenta de que quiero estar contigo siempre.
Podrá o no podrá ser.
Pero desde ese día aunque no estemos físicamente juntos te siento a mi lado en todo momento.
Y seguiré cuidándote. Y siendo pesada para que te abrigues o no te comas cualquier cosa de la nevera. (Ya sabes que no te puedes morir, que te tengo dicho que sin ti no quiero estar) Pero por mucho que tu digas que no me preocupe, que eres inmortal, buena gana de ponerte malo.
Que un poco patógeno has demostrado ser ya...
Seguiremos cantando a Queen en el coche, y te seguiré poniendo jaluta en el spotify...
Te quiero con todo lo vivido y lo que nos queda por vivir.
Por todo eso y mucho más te elegí y te elijo a ti.