martes, 22 de diciembre de 2015

Por qué nunca podrás ser su peor enemigo

Esta entrada, no es bonita. Pero al menos es el recuerdo de una victoria. La más grande.
Todo fue normal. Y poco a poco dejó de serlo. De repente dejaste de ser tú. Todo lo colorido pasó a ser gris. De un gris claro que ni incertidumbre creaba. Porque era gris de desidia. Gris de desánimo. Gris de pena. Tu vida se quedó vacía. Nada te hacia ilusión. Notabas una fuerte prisión en el pecho. Sí, prisión.
No veías mirabas. Ni vivías, sólo respirabas. Tu diaria sonrisa se borró y dió paso a un rostro que no hacía alusión a nada. A ningún sentimiento. Te dijeron que sufrías una patología y así fue como pusieron nombre a lo que se había a apoderado de ti. Pasaban los meses  años incluso. Y te dedicaste a seguir las prescripciones necesarias para esconder detrás de una calma ficticia, el peor de los momentos de tu vida. Vivir con miedo.
Nunca te falto apoyo. Pero eso no terminaba de bastar. Todos los días llorabas al despertar. Te sentiste desubicado. Tampoco entendiste nunca que fué lo que lo originó. Estabas perdido en tu propia casa, en tu propia cama, en tu propia vida. Y nadie nunca sabrá todas aquellas cosas que se asomaban por tus pensamientos, se asomaban como pesadillas. Pero a todas horas.
Poco a poco decidiste volver a colorear. Decidiste que el gris desidia ya había teñido por demasiado tiempo tu alma. Y decidiste recordar lo bueno. Recordar la persona que eras. Y que fuese el rojo pasión y el verde esperanza quienes de tu mano dibujasen tu nuevo camino.
Se acabó ser un zombie químico.
Se acabó la retroalimentación de esa pena. Se acabó esa posesión.
Porque te diste cuenta que tu enemigo eras tú. Y que por eso sabias como hacerte daño. Pero también supiste encontrar en el fondo, como escondido bajo malos recuerdos, lo que te hacía feliz.

Recordaste lo guapo que te pones cuando sonríes. Lo escandalosa y alegre que era tu risa. Recordaste volver a caminar.
Después de todo eso, y ahora hasta agradeces haber pasado por eso.
Porque valoras el sonido de tus carcajadas. El tiempo con la gente que aprecias. No dejas que se acumulen pesares. Has vuelto a vivir. Resucitaste de la propia tumba que tu mismo cavaste.
Y ahora hay rachas. Problemas, malos momentos, cosas que te incomodan. Pero no tienes enemigos. Porque el único que estaba a la altura de hacerte verdadero daño, ahora es tu aliado.
Aprendiste a vivir con tu lado claro y lado oscuro. Y día a día haces lo posible para encontrar esa gama de colores que ahora se apoderó de tu mundo.